David Bowie: El viajero estelar que nos regaló su arte [Parte 02 y final]

Irving Torres Yllán

Siempre tuve una repulsiva necesidad de ser algo más que un humano” – David Bowie.

[Para leer la primera parte dar clic aquí]

Después de robar corazones a mordidas y conmover con su papel de soldado, este ser humano que siempre buscó ser más que eso, continuó su carrera en el mundo del séptimo arte con dos papeles muy pequeños. El primero en la cinta de John Landis, “Into the Night” (1985) como un pequeño matón inglés y después como un empresario milagroso y musical en “Absolute Beginners” (1986), de Julien Temple, donde Bowie compondría también un par de canciones para ese curioso musical acerca del verano más caliente en Londres, el de 1958 y todo el despertar del ‘teenager’ que se dio en ese país.

Pero fue gracias a su siguiente papel que, potenciado por Jim Henson y su originalidad en el uso de los muppets; el camaleón, el niño de las estrellas, encarnaría a otro personaje memorable en su carrera. “Laberinto” (Labyrinth) llegó de sorpresa en el año de 1986, con una historia que sigue causando cierta división entre los que la ven, algunos la aman y otros no tanto. Pero es indiscutible que el relato de Sarah (Jennifer Connelly), quien busca rescatar a su hermano menor de las manos del Rey Goblin, Jareth (Bowie) es una mezcla de magia y fantasía en un mundo el cual, tal como cual ocurría con “El Hombre que Cayó a la Tierra”, parecía estar hecho a modo para este artista.

Curiosamente, Bowie no fue la primera opción para el papel de Jareth, ya que se manejaron nombres como el de Mick Jagger, Prince, Michael Jackson e incluso Henson quería a Sting. Pero fueron los hijos los del director quienes lo convencieron para que David fuese el elegido, el cual además quedó fascinado con la historia y el concepto que le parecían más destacados que varias cintas del momento llenas de efectos especiales.

Al lado de la música original de Trevor Jones, Bowie nos regalaría cinco canciones, donde recordamos la grandiosa ‘Magic Dance’, donde el artista hizo los ruidos de bebé en los coros así como el tema ‘As The World Falls Down’, en una colaboración donde Henson le dio una absoluta libertad a esta estrella de experimentar y hacer música y letras que se apegaran a un público en general, especialmente a los niños, algo que no había hecho hasta ese momento en su carrera.

 

De ahí, el camaleón artístico colaboró con Scorsese en la censurada película “La Última Tentación de Cristo” (The Last Temptation of Christ), donde interpretaría a Poncio Pilatos, y paralelamente en el terreno musical formaría parte de la banda experimental de hard rock llamada Tin Machine, un proyecto que resultó ser un duro revés donde sólo grabó dos álbumes para disolver la agrupación en el año de 1992, año en que Bowie se encontraría con otro genio creativo para sacarle provecho a un misterioso personaje en un enigmático universo como lo era el de Twin Peaks: el onirista por excelencia David Lynch.

En “Twin Peaks: Fuego Camina Conmigo” (Twin Peaks: Fire Walk With Me 1992) el director invita a Bowie a participar en la cinta que proporcionaba cierto cierre a la serie de culto que había dejado más dudas que respuestas; en el rol del investigador del FBI, Phillip Jeffries, en un pequeño pero extraño papel donde su presencia, su forma de vestir, sus expresiones y ese famoso look de los ojos bicolores le dieron el impulso suficiente para volverse un personaje memorable.

Pasarían cuatro años para ver a esta personalidad fuera de este mundo volver al cine y retomar de nueva cuenta su carrera en la música. Lo primero, en un trabajo de Julian Schnabel en el cual aceptaría hacer el pequeño rol de otro gran personaje de la historia del arte, nada más ni nada menos que el artista excéntrico visionario Andy Warhol en “Basquiat” (1996), una personalidad que sin duda le quedaba como anillo al dedo al ser un autor con el cual Bowie, de alguna u otra forma podría identificarse ya que, como él, no se detuvo en ser provocativo, en esa pasión por el arte en sus diferentes expresiones y sin importar el que dirán.

A la par de ello, Bowie preparaba un nuevo álbum, Earthling (o terrícola, traducido al español), donde entraba de lleno a la música electrónica con temas como ‘Little Wonder’, ‘Dead Man Walking’ o la crítica sórdida de ‘I’m Afraid of Americans’ al lado de Trent Reznor -mente maestra detrás de Nine Inch Nails- en las vocales. Este pequeño reencuentro parecía conjuntar tanto su lado más humano como el más “extraterrestre” de su ser. Fue en esa época en que Bowie visitaría nuestro país, en octubre de 1997 para ser más precisos, en la primera y única vez que este gran talento se presentaría en México.

Inaugurando lo que ahora conocemos como el Foro Sol ese jueves 23 de octubre, Bowie arribó unos días antes para empaparse de la gran diversidad cultural del país, algo que se dice que al artista británico le apasionaba y llamaba la atención. Así, se dio el tiempo para conocer el Museo Frida Kahlo, el Palacio de Bellas Artes e incluso visitar las Pirámides de Teotihuacán.

Cerró su visita con un gran concierto donde por única vez 40 mil asistentes se deleitaron con este veterano artista de 50 años, quien cantó 24 temas que incluyeron los sencillos de su, en ese entonces, reciente disco, así como unos cuantos clásicos e incluso tuvo espacio para ejecutar algunos covers de bandas como The Velvet Underground (aquella en la que Warhol participó en un momento de su vida) y se despidió de todos los mexicanos con su particular estilo, cantando aquel himno del ‘glam rock’ de 1972, titulado ‘All the Young Dudes’.

 

Después de esa única visita, Bowie tendría participaciones en cintas no tan buenas en calidad e historia, enfocándose más en la música, celebrando su carrera con compilados memorables y canciones nuevas. Tal vez el último papel memorable en su carrera fílmica fue el de otro personaje pequeño enmedio de una cinta de magos dirigida por el británico Christopher Nolan llamada “El Gran Truco” (The Prestige 2006), donde se metería en la piel de Tesla.

Así, Bowie se despediría de las luminarias del cine pero jamás dejó de escribir música. Aunque tomó la decisión de dejar de hacer presentaciones en vivo desde el año 2006, su pasión por el arte era tan grande que compuso dos álbumes más a pesar de su estado de salud: The Next Day, que fue lanzado en el año 2013 y Black Star, su último disco que fuera lanzado poco antes de su muerte en el 2016, con el que pondría punto final a su prolífica carrera que impactó al mundo por más de 50 años.

El espectro de David Bowie, de ese viajero venido a la Tierra desde una galaxia infinita dejó una huella imborrable en la cultura, gracias a su capacidad de reinvención, a la constante forma de luchar contra sus demonios, de buscar ser único y de reconocer la fortuna de haber sido, de forma análoga a su personaje en la película de Roeg, el hombre que cayó a la tierra de otro planeta no para salvar el suyo, sino para salvarnos a nosotros de la monotonía, de lo rutinario y sobre todo, de nuestra propia humanidad que a veces lo único que necesita es un pequeño empujón hacia lo creativo, lo original, lo alienígena.

Setenta y cuatro años después de su nacimiento, de la llegada de este peculiar hombre estelar a la Tierra, aún podemos disfrutar su gran legado fílmico, musical y artístico que nos cayó del cielo. Y quien sabe, tal vez el día menos pensado, decida volver de su planeta natal para recordarnos que a veces, podemos ser héroes por un solo día.

Me gusta el arte loco y, la mayor parte del tiempo, la música arriesgada. En lugar de tener una canción que sea un éxito, me gusta más la idea de que estoy aquí cambiando el plan de cómo se ve y se escucha la sociedad y la cultura. Yo cambié las cosas; sabía que lo haría. Se siente grandioso y muy gratificante el haberlo hecho”. – David Bowie

 

 

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