Jafar Panahi y la fuerza del cine contra la censura en "Fue solo un accidente"

Siempre provocador e ingenioso, el cineasta iraní Jafar Panahi ha logrado cimentar una carrera en la que ha enfrentado la censura y persecución de su país. Pero eso no lo ha detenido y en su más reciente cinta, Fue solo un accidente (Yek tasadof-e sadeh, 2025), el director crea un relato lleno de realismo, suspenso y humor, como la vida misma, sobre los problemas sociales dentro del régimen de su nación. En CineNT charlamos con él, quien nos contó los secretos detrás de este filme que representa a Francia en la temporada de premios. 

La fuerza que mantiene al cineasta y guionista creando a pesar de la censura y la persecución es innegable, declara que “Todos los lugares tienen sus propios problemas y luchas y tienes que estar en cierta zona geográfica para comprender la problemática y lo necesario para resolverlo. El arte, en su naturaleza, no te permite escribir una prescripción o fórmula que encaje para todo. Y no podemos decir que todos deben actuar de cierta manera”.

“Habiendo dicho eso, hay muchas dictaduras alrededor del mundo que actúan de forma similar. Y su forma de tratar a la gente es similar, aunque cada quien, basándose en esas situaciones, busca la forma de crear su trabajo y arte. Los regímenes y poderes aparentan estar atemorizados e impenetrables desde fuera, pero viviendo dentro de esas situaciones, uno encuentra de forma automática la forma de crear y escapar la presión a la que te someten”, afirmó el iraní.

Existe una peculiar mezcla de humor en medio del turbulento relato de Fue sólo un accidente que destaca por parte de Panahi. Al respecto, el cineasta iraní dijo: “Un cineasta socialmente interesado usualmente decide e intenta estar cercano a un sentido de realismo y la vida real. Donde quiera que estés, en medio de la situación que vives, incluso en aquellos tristes, siempre habrá momentos donde uno sonríe”.

“Eso mismo tiene que ser reflejado en un filme para que así la audiencia puede reflejarse a sí misma en ellos, pueda encontrar más de su realidad y pueda creerlo. Honestamente, sí busqué tener momentos de humor hasta los últimos 20 minutos porque ahí quería un momento de silencio que influenciara e impactara al público en formas en que, cuando salieran de la sala, todavía quedaran pensando en la cinta”, explicó el galardonado cineasta.

“Si toda la película hubiera sido como los último 20 minutos, se sentiría monótona y perdería el sentido de shock e intensidad del final. Claro, también hay diferencias culturales que pueden provocar que el filme sea más gracioso en ciertas partes del mundo y otras en donde no le encontrarían gracia”. 

Hablando de esa escena, el interrogatorio casi final, Panahi expresó los retos y secretos sobre su filmación. “Comencemos pensando porqué necesitaba un medium shot de 13 minutos en este filme. Si ponemos atención a la historia, podrán darse cuenta de que los personajes suelen hablar mucho de personajes que no están presentes. Pensé entonces que, para hacerle justicia visual al señalado que jamás aparece en escena, él tendría que estar presente y los demás no”.

“Incluso si los otros personajes entraban a toma, no los seguía ni los mostraba con la cámara y me centraba solamente en él. Y aunque es la toma más sencilla que puedes imaginar en el cine, resultó ser una de las más difíciles del proyecto porque la actuación que daba el actor en ese lapso tenía que ser tan perfecta que si fallaba en algún momento, todo se arruinaba. Hice un par de secuencias una noche hasta amanecer y seguía sin quedar del todo”, recordó.

“Me preguntaba cuál era el problema con ello, si era la actuación misma o alguna otra cuestión. Pero realmente era yo el problema porque no conocía muy bien al personaje ya que no había lidiado con interrogadores lo suficiente para conocerlos bien. Así que recibí consejo de un amigo que vivió un cuarto de su vida en prisión, Mehdi Mahmoudian, quien me ayudó a construir los diálogos y nos asesoró en cómo actuaría uno de esos tipos”.

“Cuando nos dio las indicaciones sobre cuándo se enojaría, se comportaría indiferente, se volvería furioso o buscara manipular o simplemente desmoronarse, hablamos con el actor y en dos o tres tomas todo quedó de maravilla. La gente que estaba presente sugirió que, tal vez, debería mostrar a los demás, pero me negué porque no quería romper esa toma ya que esa sola toma era lo suficientemente impactante y al final, se logró”, puntualizó Jafar.

Queda claro que algo que toca la cinta es la tortura y las víctimas de la misma por parte del régimen iraní, algo que tristemente, en palabras de Panahi, se ha acentuado aún más después de la revolución. “Siempre se ha hablado de ello y aunque en este punto no sepamos si sigue sucediendo o no, esas atrocidades han acontecido durante la vida de este régimen. Nosotros las seleccionamos y las juntamos aquí, pero sobre todo fueron relatos que escuché en prisión o que también mis amigos encarcelados escucharon y en las que nos basamos para escribir el guion”.

“Nada es imposible, pero el trabajo creativo fuera de mi país tiene que venir con un poco de comprensión y reconocimiento que vaya más allá de la superficie. Los viajes que he tenido fuera de Irán, a festivales y otros destinos, no han sido extensivos. Me he quedado en hoteles o cuartos, he hecho las entrevistas y regreso. Si fuese a filmar algo fuera de Irán, posiblemente no sería la cinta que yo querría a menos que me enfocara en tópicos sobre los que conozco bastante”, declaró.

“Pero sí, mi meta no es salir de Irán y hacer cintas fuera de allá. Siempre siento la necesidad de regresar y estar consciente de que mis bases están ahí. Y si fuera a hacer filmes, los adaptaría a mis propias necesidades y metas. No sólo busco hacer cine, sino hacer historias en las que crea y que desee hacer”, agregó.

Sobre el éxito que está teniendo el filme, estrenado con aplausos y ganando la codiciada Palma de Oro en el Festival de Cannes, el iraní se mostró sincero y entusiasta. “Me hace muy feliz, sobre todo porque la cinta será buscada por la gente y habrá mucha curiosidad alrededor de ella. Si gana un premio o está nominada, levanta expectativas. ¿Qué quiere un cineasta a final de cuentas? Solamente hacer cine porque quiere que el mundo vea sus historias”.

“Realmente ese es el mayor premio para un cineasta. Diariamente, había momentos en que los filmes iraníes eran hechos cada vez menos y se proyectaban en menos salas del país. Pero ahora, se ha ganado un estatus importante pues mi película ha sido vista por 650 mil personas en Francia y sigue acumulando espectadores en todas partes del mundo. Eso me hace muy feliz”, comentó el muy emotivo cineasta.

A pesar de esta alegría, a Panahi le espera otro tiempo en prisión en su amado país pues el régimen lo ha sentenciado a un año de encarcelamiento por hacer ‘actividades propagandísticas’. Sobre ello, el cineasta apuntó: “Todo está hecho un desastre. Cuando me impusieron el no poder salir de ahí, era más confortable porque podía sentarme a pensar en mi siguiente proyecto. Ahora, o estoy en un avión, volando o en una habitación sin tiempo de pensar en lo que haré después”.

“De hecho, desde el 2006 al 2011 traté de hacer una cinta sobre la guerra, pero no lo he logrado. Y creo que puede ser una gran película, pero necesitaba de muchos recursos y solamente llegué hasta el nivel de producción. Al final, los oficiales no me permitieron realizarla. Ahora, el mundo está en un estado en donde por todos lados huele a conflicto bélico. Y creo que esa es una historia que debe ser contada debido a que es muy humanista y podría realizarla fuera de Irán, pero aún no defino cómo lograr que funcione”, agregó.

“Estoy trabajando ahora mismo en ese guion y tal vez en unos viajes de avión pueda completarlo. Pero si es una producción mucho más grande a lo que he hecho y necesitaría más recursos, actores, extras. Hay mucho trabajo por hacer”, concluyó el aclamado Jafar Panahi.  

 


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