Cuando se cuentan historias de monstruos para asustar a los niños se usan generalmente seres deformes, animales gigantescos o cualquier criatura que no tiene que ver con la imagen de un ser humano común, pero qué pasa cuando el verdadero monstruo no es aquel que se disfraza y es fácilmente reconocible, qué pasa cuando el verdadero temor es el vecino de a lado, aquel que se levanta a trabajar, que maneja con cuidado, que se le asciende en el trabajo, quien es amado por su familia.
Michael, crónica de una obsesión muestra que no se necesita ser un ser visiblemente disfuncional para enmascarar una terrible verdad. Michael un vendedor de seguros tiene un secreto que logra esconder a la perfección tras su rutina, una rutina que le impide a cualquier ser que lo conoce siquiera sospechar que tiene un niño secuestrado en su sótano.
La ópera prima del director Markus Schleinzeres es una película que se toma su tiempo al usar la somnolencia de la rutina para hacer la trama dolorosa, el día a día es la cruz que tiene que cargar el espectador para poder llegar a un final abrupto y directo. Y es que en la trama no existe la posibilidad de esa salvación hollywoodense en el que la policía lo puede y lo sabe todo, aquí no hay nadie más que el secuestrador y el secuestrado, no hay principes azules que aparezcan y rescaten al niño de su miseria, ni vecinos que sospechen que algo pasa y lo salven. Y es en la falta de elementos exuberantes que la película se vuelve un retrato de la realidad tan clara y fuerte que desespera, que lastima y permite que uno mentalmente quiera salvar al niño, que se busque alguna solución pero se topa con pared al ver en pantalla que no hay nadie más que ellos dos y la rutina de una persona productiva que enmascara una realidad escalofriante.
Markus Schleinzer no logra mantener un ritmo constante en la película y contiene en muchas partes momentos “muertos” que podrán ser confundidos con el cine contemplativo de los últimos años en los que no pasa nada, sin embargo aquí se va más para el hecho de que es un director novato, los momentos dramáticos están ahí, las pausas necesarias también sólo falta un poco de toque al hilar ambos y no alargar escenas para lograr un tono mucho más efectivo.
Con la actuación de Michael Fuith como el secuestrador logra su cometido al ser un ser tan natural, tan común y hasta patético que se le odia desde el primer momento precisamente por ser alguien que no se puede señalar y decir “él es malo”. El temor y el rechazo se acrecientan cuando las personas que lo rodean no lo desprecian, su familia lo ama, en su trabajo lo asciende, se va de viaje a esquiar con amigos y aún así tiene a un niño encerrado al que viola cuando se le da la gana. No hay un por qué, sólo están los hechos y son estos los que muestran que cualquiera puede ser productivo en sociedad y un ser despreciable dentro de su casa.
David Rauchenberger quien personifica al niño de 10 años da una actuación excepcional, transmite el dolor, el sufrimiento, la falta de comprensión sobre lo que está pasando y una fuerza interna que es lo único que lo puede salvar.
Michael, crónica de una obsesión no es una película para distraerse de la realidad sino para recordar que la ficción es un medio para mantenernos atentos de lo que sucede y puede suceder en la realidad y sin ser didáctica puede ser un elemento útil para representar que los monstruos no son aquellos que se disfrazan o tiene cicatrices.
Michael – Crónica de una Obsesión
Michael
Director: Markus Schleinzer
96 minutos
Austira, 2011