Uno de los géneros musicales más importantes es el blues, melodía para el alma atormentada, creadora de sentimientos de melancolía y tristeza, de dolor inmenso, creada en sus inicios por los afroamericanos y disfrutada y entendida por ellos, quienes encontraban en este ritmo un escape a la forma el mundo cercano los oprimía y los destruía. Cuenta la leyenda que quien quería volverse músico de blues, cerca de la media noche, debe ir a un cruce caminos y tocar, tocar hasta que aparecía el hombre de negro, quien les quitará la guitarra, la afinará y se las devolverá, y cuando el aspirante la tome y toque, habrá vendido así su alma a diablo. Es quizá por eso que en la cinta “Pecadores” (Sinners) de Ryan Coogler no se haga extraño que se diga que el blues abre portales y dimensiones.
El cine histórico mexicano siempre ha sufrido del mismo problema, cuando representa figuras reales de la historia las convierte en esfinges que no tienen vida, que hablan a través de frases prefabricadas, sesudamente creadas para demostrar su capacidad intelectual, seres de libros y no reales, por lo que no es de extrañar que “1938: Cuando el petróleo fue nuestro” la nueva cinta de Sergio Olhovich sufra de ese mismo problema.
El presidente Lázaro Cárdenas debe tomar medidas extremas contra las compañías petroleras que explotan el país, las cuales no sólo usan táctica gangsteriles contra los trabajadores y habitantes de la zona, sino que buscan subordinar al gobierno a sus deseos.
Sergio Olhovich es un director forjado en la escuela rusa y sus intereses cinematográficos tienen que ver con la eterna lucha de clases y la grandilocuencia en pantalla, a veces con grandes resultados como en “Llovizna” o “Esperanza” y en otros con resultados muy cuestionables, como es en esta, su más reciente película, la cual es en realidad tres películas en una, las cuales no logran hacer un trabajo que sobrepase la estampita escolar.